Por ello, esta experiencia la puede disfrutar casi cualquier persona, y sin preparación previa. Los únicos requisitos que se piden son no padecer problemas cardiacos graves, y no exceder ni los 110 kilos de peso ni los 2 metros de altura. Incluso las personas con minusvalías físicas pueden disfrutar de esta modalidad, sólo advirtiendo de las mismas a los paracaidistas para que adapten los saltos. Eso sí, los centros de paracaidismo obligan a firmar un certificado en el que el saltador se hace responsable de su salud, de manera que este se compromete a no haber mentido al comunicar sus condiciones físicas.
Una vez nos hemos decidido, los únicos conocimientos y experiencia que necesitamos al realizar el salto son los treinta minutos de instrucción que se nos dan en el mismo centro. Y llegamos a lo importante: el salto en sí. Éste se realiza con un paracaídas con la campana más grande de lo habitual, para manejar correctamente el peso de dos personas. Mediante un arnés, el novato está unido al experto por hombros y caderas, con lo que forman un sólo bloque en el descenso. Además de seis anillas de seguridad (en los paracaídas normales son tres), se incluye un sistema cronobarométrico automático que garantiza al 100% la abertura del paracaídas. Y una vez en el aire... 50 segundo de caída libre a 250 kilómetros por hora, seguidos de un descenso de 1.500 metros en paracaídas que dura unos siete minutos. Una experiencia que no vamos a tratar de resumir con palabras, está claro que hay que vivirla.
En España, hay numerosas escuelas de paracaidismo que ofrecen saltos en tandem.
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